Son las nueve de la mañana y estamos en clase de Educación Física. En el gimnasio de la escuela, la profesora ha preparado un circuito de ejercicios que combinan lanzamientos, saltos y desplazamientos. Observa a los estudiantes mientras realizan las tareas, y resulta obvio por los comentarios y sus reacciones que hay parte de estos ejercicios que les divierten y motivan mucho más que otras. Es una oportunidad para explorar cuánta autonomía se les puede dar y el efecto que esta tiene en su disfrute y comprensión de la asignatura.
La Educación Física en la escuela nos acompaña desde los primeros años de escolarización hasta que termina la educación secundaria, con una frecuencia de entre dos y tres sesiones semanales. Su objetivo es promover la salud y ayudar al alumnado al desarrollo de hábitos de vida activos y saludables. Para conseguirlo es muy importante motivar a niños y niñas para que lo que hacen y aprenden en las clases de Educación Física tenga un impacto en sus hábitos de actividad física durante su tiempo de ocio.
Hay muchos tipos de motivaciones, pero la más eficaz es que nos guste y disfrutemos de algo por el simple hecho de realizarlo (lo que se conoce en psicología como “motivación intrínseca”). ¿Cómo se puede favorecer la motivación intrínseca en el aula de Educación Física?
Las tres necesidades básicas del alumnado
Para que el alumnado disfrute de las clases de Educación Física y se sienta motivado, es importante tener en cuenta tres necesidades básicas: la de competencia (sentirse capaz de realizar las actividades correctamente), la de autonomía (percibir que puedes decidir sobre lo estás haciendo) y la de socialización (que es la capacidad para relacionarse de forma positiva con los demás participantes de la actividad).
Se trata de las necesidades psicológicas básicas establecidas por la teoría de la autodeterminación, que defiende que cuanto más satisfaga una actividad estas necesidades, más motivado estará el alumnado hacia dicha actividad.
Para analizar si la Educación Física satisface estas tres necesidades en la escuela, les preguntamos a 474 estudiantes de entre 9 y 12 años si estaban motivados hacia la misma y si ésta cubría sus necesidades de competencia, autonomía y socialización.
“Los profesores no tienen en cuenta mi opinión”
Los resultados del estudio indican que el alumnado de Educación Física se siente competente y está a gusto con sus compañeros en las clases (es decir, que se satisfacen sus necesidades de competencia y socialización). Sin embargo, no están satisfechos respecto a la autonomía: los niños y las niñas sienten que no tienen poder de decisión sobre las actividades que realizan en la materia.
Esta falta de autonomía se percibe en la forma de impartir la asignatura por el docente y también en el bajo interés del alumnado por las actividades que se les proponen. Una forma de darles más autonomía es ofrecerles una lista de actividades que trabajen contenidos similares para que cada alumno o grupo de alumnos tenga la libertad para realizar el ejercicio que le parezca más interesante de entre los propuestos.
¿Qué sucede con las niñas en las clases de Educación Física?
Entre los estudiantes de secundaria suele haber importantes diferencias de género en la práctica de actividad física y deportiva y también en el gusto por la Educación Física. Son los niños los que suelen ser más activos y estar más motivados hacia la asignatura que las niñas.
Un resultado interesante de nuestro estudio es que no hemos encontrado diferencias entre niños y niñas en el nivel de motivación intrínseca hacia la materia de Educación Física, como sí ocurre con los adolescentes. Los niños de este estudio se sienten más capacitados para la Educación Física que las chicas, y tienen mejores relaciones con sus iguales. Pero niños y niñas coinciden en que no se les deja opinar en las clases. Ambos grupos perciben poca autonomía en las clases de Educación Física.
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¿Qué estamos haciendo mal?
El intento de situar al alumnado en el centro del proceso educativo y darle un mayor protagonismo en su aprendizaje requiere de un cambio metodológico que no ha llegado a las aulas. En ellas, siguen predominando enfoques centrados en el profesorado, con metodologías directivas en lugar de participativas.
Llevamos décadas intentando que los estudiantes participen más en su propio aprendizaje, como sugiere la legislación educativa. Para favorecer la autonomía del alumnado no basta con reforzar la formación del profesorado en metodologías activas y participativas.También hay que ayudar y motivar a los docentes a desarrollarlas en sus escuelas.
El trabajo por proyectos, el aprendizaje basado en problemas o el aprendizaje-servicio encuentran un entorno ideal para desarrollarse en las clases de Educación Física. Además, el trabajo por modelos de enseñanza puede contribuir a fomentar la autonomía en esta materia.
Así, volviendo a la clase de Educación Física de las 9 de la mañana del comienzo de nuestra historia, podemos reimaginarla así: en el gimnasio de la escuela, la profesora organiza a los estudiantes por grupos y les propone diseñar un circuito entre todos.
Cada grupo es responsable de una de las actividades. Un grupo de niños y niñas montan una estación en la que hay que lanzar una pelota a una gran diana en el suelo, tratando de acertar dentro de ella; otro grupo propone tratar de alcanzar diferentes objetivos marcados en una pared con pelotas de tenis, y otro quiere probar a alcanzar una pelota rodando por el suelo lanzada por un compañero con otra más pesada. La clase transcurre veloz, niños y niñas se sorprenden cuando suena el timbre indicando que ha terminado. Han aprendido distintas maneras de desarrollar puntería, lanzamientos y saltos, y se han sentido autónomos y competentes.